Jul 15
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Hola Amigos.
En estos últimos tiempos he estado trabajando en estar más consciente de mí mismo el mayor tiempo posible, no es una tarea fácil pero si muy interesante. El objetivo es estar más tiempo en el presente o “momento actual” mientras observo mis funciones intelectuales, emocionales, motoras e instintivas trabajar. Es realmente un esfuerzo el observarse sin dejarnos llevar por nuestros pensamientos y/o emociones, pero es fundamental para conocernos más.
Esa actividad que he estado haciendo, me ha hecho reflexionar sobre soltar o dejar ir, el pasado y el presente. Una parte de esas reflexiones es este artículo que comparto con ustedes hoy. Espero que les guste.
Una de las cosas más difíciles de aprender es ‘dejar ir’. No puedo recordar todas las veces que he tomado resoluciones, o tratado de ‘reinventarme’, o empezar de nuevo de una u otra manera. Cada vez que terminamos una relación, o un trabajo, o con algún hábito profundamente arraigado (ya sea voluntario o involuntario) debemos enfrentar la ruptura entre el cierto pasado y el futuro posible. Y hasta donde yo sé, no hay manera de crear y experimentar un “nuevo” futuro sin dejar atrás el pasado.
Pero ¿qué significa dejar ir?
En primer lugar debemos preguntarnos ¿qué es lo que hay que dejar ir? El pasado se compone de pensamientos, sentimientos, patrones incorporados, creencias, estados de ánimo, recuerdos y hábitos. Juntos forman la “historia” a la que estamos apegados y que es, en la mayoría de los casos más grande que nosotros. Así que la respuesta es, que a lo que tenemos que renunciar y dejar ir del pasado, es a nuestra historia. La narración continua que tenemos acerca de “cómo es”, “qué significa” y “por qué todo es como es”.
Pero dejar de lado nuestra historia no es tan fácil.
La razón por la que dejar ir puede ser difícil, es que en realidad creemos que nuestra historia es verdadera, en el sentido que describe con precisión lo que sucedió, o lo que provocó que el presente sea como es. Si algo en nuestra historia no es exacto entonces creemos ferozmente que debe ser falsa. Lo que no es tan evidente es, que si bien podemos reconocer falta de memoria o criticar nuestro análisis de por qué algo sucedió o lo que significa, rara vez cuestionamos nuestra mega-creencia de que el pasado es la causa del presente y por tanto del futuro. Esa creencia se convierte en la base de nuestras prácticas de pronóstico o predicción de lo que sucederá en el futuro, y luego en la organización de nuestras acciones y compromisos en torno a lo que predecimos que sucederá.
Por ejemplo en la planificación de los presupuestos de la mayoría de las organizaciones, el punto de partida es proyectar una tendencia para determinar lo que esperamos que va a pasar en un año y luego en base a ese pronóstico, se hacen planes y se asignan recursos para lograr un objetivo basado en ese pronóstico. Los resultados validarán inevitablemente los supuestos de los planificadores, pero cuando no son los esperados, una explicación plausible de la “causalidad” anclada por supuesto en el pasado, es requerida para mantener el proceso en marcha.
El resultado de esta creencia y sus prácticas asociadas, es que estamos viviendo continuamente “en el pasado” que proyectamos como una predicción. Lo que a su vez hace que sea prácticamente imposible “dejar ir” alguna vez el pasado. Esta estructura de pensamiento es equivalente a tratar de salir de nuestra propia piel.
A medida que envejecemos tenemos que tener en cuenta que cuanto más dejamos ir, más tiempo y experiencia nos queda. Creo que la clave para envejecer bien, y casi para todo lo demás en la vida, es la capacidad de “estar presente” plenamente “en cada momento”. Cuando estamos apegados a nuestra historia o al pasado no estamos presentes, y el tiempo es siempre proporcional al pasado y a cuánto tiempo hemos vivido. Es por eso que un año puede ser una eternidad para un niño y es un abrir y cerrar de ojos para alguien que es muy viejo. Cuando estamos viviendo en el tiempo presente, entonces nuestra experiencia no tiene que ver con otra cosa y es para todos los efectos prácticos “atemporal”.
Como dice el viejo proverbio, podemos vivir una experiencia diez mil veces o podemos tener diez mil experiencias. La clave es aprender a “dejar ir” para que cada día sea “un nuevo comienzo”.
Bueno, espero continuar pronto con estas reflexiones, por ahora les envío un abrazo.
Italo